El apoyo político, financiero y militar del presidente Joseph Biden a la criminalidad sin límites del Gobierno israelí de Benjamin Netanyahu implica riesgos catastróficos para toda la humanidad
Tras un año de infructuosa guerra genocida en Gaza para liquidar la Resistencia Palestina, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu extiende la agresión a Líbano, Siria, Yemen e Irán, en una peligrosa aventura para librarse del desprestigio, con el salvavidas de Washington
Hay frases lapidarias que retratan relaciones, compromisos, ataduras. Tal vez la más conocida y gastada sea «hasta que la muerte nos separe». Con una intensidad semejante, Joseph Biden acaba de pronunciar su credo frente a la amenaza de un incendio bélico en Oriente Medio: «No se equivoquen, Estados Unidos apoya completamente a Israel»
En un alarde de impunidad total, Israel lanzó sobre la ciudad de Beirut sus poderosos bombarderos estadounidenses F-35 y en pocos segundos redujeron a polvo cuatro edificios residenciales en una barriada de mayoría musulmana chiita. Pocos minutos después, un vocero militar sionista anunció regocijado desde Tel Aviv la eliminación física de Hassan Nasralla, líder del movimiento de Resistencia Libanesa Hezbolá
Cientos de miles de manifestantes, incluidos familiares de los rehenes civiles y militares capturados por combatientes palestinos el pasado 7 de octubre, protagonizaron airadas protestas en Tel Aviv y Jerusalén contra el mandatario israelí
Se trata de la mayor ofensiva en Cisjordania —territorio bajo ocupación militar ilegal desde la guerra de junio de 1967— desde la Segunda Intifada
Es evidente que el régimen del apartheid colonial implantado en Palestina por la ocupación militar sionista tiene decidido asesinar al mayor número posible de niños, como uno de los pilares de la limpieza étnica