Como Penélope, la fidelísima esposa del protagonista de la Odisea, tejo y destejo la inmensa tela de mis recuerdos, fragmento de una historia contemporánea en la que muchas manos participaron para impulsar la gesta revolucionaria conducida por la dirección histórica de nuestro país.
Una y otra vez el más universal de los cubanos inundó la sala. José Martí parecía ser evocado en cada reflexión, en cada análisis que se hizo teniendo por bandera que Cuba debe ser construida siempre con todos y para el bien de todos y que ella misma es «dicha, dolor y cielo para todos», según recordara uno de los diputados. No es casual que el Apóstol se nos acercara como una suerte de guía en cuanto se haga por este país que late, incluso, más allá de sus fronteras.
A lo largo de muchos años he visto correr el tiempo; ese que todo lo cura, que todo lo transforma y que es en realidad lo único que verdaderamente poseemos. El tiempo histórico lo puede todo, todo lo hace crecer y hasta las metáforas de la vida las modifica. El tiempo es la más rica de nuestras posesiones; y a lo largo de ese tiempo que me ha tocado vivir, he visto cómo maduran las personas y cómo se recolocan las cosas en su justo lugar. El cubano, es decir, nosotros, hemos sido testigos de los avatares del tiempo histórico, el que mueve las velas y hace que avancen los días y las noches, ese tiempo es el nuestro y no lo cambiamos por ningún otro del planeta. Es nuestro tiempo, el más acariciado, el mejor.
No hace tanto, en la playa El Tenis, en la ciudad de Matanzas, una pareja de turistas tuvo la delicadeza de entrar y salir del agua para extraer una lata y botellas de cerveza dejadas por personas inescrupulosas. Caminaron con la mayor naturalidad del mundo hasta llegar al cesto de la basura, donde depositaron esos objetos.
La violencia es inaceptable en cualquier circunstancia. Desde la de las guerras genocidas como la que ejecuta Israel contra el pueblo palestino con la complicidad de Estados Unidos, como la de la injusticia social que somete a miles de millones a la inclemencia del hambre y el desplazamiento forzoso, o la de un individuo enajenado que masacra a niños en una escuela o asesina o lo intenta a un político en cualquier lugar del planeta.
Desde el derrumbe del campo socialista hasta la fecha, si un tema ha permanecido en la palestra pública de Cuba, ha sido precisamente el de la producción de alimentos y su impacto en los resquicios más minúsculos de la sociedad.
Solía observarlo, a sus 81 años, nadando. No lo hacía entre olas, no a contracorriente, sino en un mar sucio y público. Iba sin careta, sin tanque de oxígeno, sin miedo a que lo miraran tantas personas.
La gratificación fugaz de las pantallas es un caramelo tecnológico, una promesa de satisfacción a nuestros deseos, una rifa de felicidad sin esfuerzo ni consecuencias. De este modo se teje una cultura que permea cada aspecto de nuestras vidas.
Cada día es más importante estudiar y verificar. En un mundo marcado por el acceso a internet, donde cada ciudadano puede escribir sus propias «informaciones» y dar rienda suelta a su imaginación, las noticias falsas (fake news) suelen darle la vuelta al mundo, incluso con más velocidad que las verdaderas.
En los días de apagones, los mosquitos, cuando pican, dan calor. ¿Calor? ¿Sin los zapaticos ni las medias que me aprietan? ¿Y solo cuando pican? Bueno, tal vez. Hay personas que no sienten el pinchazo mientras duermen y al día siguiente se levantan con las erupciones. Algunos hasta cogen el gusto y se pasan el día rasca que te rasca.