En su novela El recurso del método, el escritor cubano Alejo Carpentier muestra y, a la vez se burla, de una figura camaleónica: el discursante. En los episodios que transitan desde la arenga suntuosa del militar derrotado en su rebelión de opereta hasta el discurso cantinflesco del Primer Magistrado, Carpentier le pasa factura a un personaje y, sobre todo, a una actitud visible en los momentos más determinantes de la nación cubana.
Todavía tengo un sobresalto que no se va. Vivirlo y narrarlo es difícil. No sabes si concentrarte en el temor o lo que tienes que hacer.
Cuando se avecina un huracán, el viento y la lluvia no es lo único que debe soplar con fuerza: también la información. Antes y después del paso de Melissa por el oriente cubano ocurrió exactamente así. La comunicación ha sido en este período una trinchera permanente para alertar, proteger y conocer las historias de heroísmo y resistencia que sigue protagonizando nuestro pueblo.
Elocuente paradoja. El 29 de octubre pasado dos personas murieron en Nueva York, atrapadas en un sótano, por las lluvias de otoño; ese mismo día atravesó el oriente de Cuba el peor huracán que se recuerde en décadas, sin un solo fallecido.
En el vasto —y a menudo salvaje— ecosistema digital, donde lo importante es atraer atención a cualquier precio, la Administración del Ciberespacio de China ha establecido una normativa que reconfigurará el sistema de trabajo de los creadores de contenido.
Cada vez más, el Ecuador de Daniel Noboa parece convertirse en el «delfín» de la política de Estados Unidos para América Latina.
Los pasos recientes de ese ejecutivo lo muestran como el más fiel seguidor de las estrategias estadounidenses en la región, apartándonos de la nueva «relación carnal» que el libertario argentino Javier Milei sostiene con
Washington —aunque sin nombra...
Por puro azar de la vida, Melissa me atrapó en Sancti Spíritus y no en Holguín, como tenía planeado. Incluso, había reservado pasaje, sin sospechar que el país recibiría, paralizado y expectante, la noche de este 28 de octubre.
Por puro azar de la vida, Melissa me atrapó en Sancti Spíritus y no en Holguín, como tenía planeado. Incluso, había reservado pasaje, sin sospechar que el país recibiría, paralizado y expectante, la noche de este 28 de octubre.
Cuentan que el cielo se volvió de un azul cobrizo muy extraño, como nunca antes o como en mucho tiempo no habían visto. Luego, con la noche, los vientos se hicieron dueños de todo y la madrugada se volvió interminable.
El aparente mordisco mortal dado por Melissa a la zona oriental de este Archipiélago ha encontrado el más efectivo de los antídotos. No sana con prontitud. Ni tan siquiera los medicamentos de primera generación lo pueden hacer cuando las heridas parecen infinitas y los dolores, de tan grandes, dejan sin alientos. Pero, ahí está, poco a poco, sin permitir que las otras muchas complicaciones asociadas a un hecho natural de una envergadura pocas veces experimentada en esta tierra le den la estocada final.