Al teléfono
Mis amigos cercanos saben que soy una especie de Harry Houdini en el periodismo cubano: suelo escaparme del nudo, del candado y la cadena, del foco de atención porque tengo claro que la figura y el hecho importantes están siempre al norte de mi mirada, no del lado de mi ombligo.
En agosto nació un gigante. No hubo luego fecha en el calendario que pudiera arrancarlo, muchos años después, de la vida ni de la muerte, porque los hombres fallecen, pero ya sabemos que las ideas no.
México se aboca a otro momento histórico que debe allanar el camino en una lucha de la que poco se habla pero es necesario salvar, y resulta difícil.
DE los regalos que trae la maternidad, amamantar es de los más grandes. No haberlo experimentado aún no me aleja del sentir pues, al contrario, lo anhelo. Es la magia de seguir dándole vida al nuevo ser que trajiste al mundo y, sobre todo, darle amor.
HAY relatos que nos pasan por el lado como soplos del estío y seguimos caminando sin voltear la cabeza. Hay historias preciosas que, en el torbellino del día a día, se nos van como arena entre los dedos sin darnos cuenta de que deberían formar parte de nuestra memoria colectiva.
Hace 55 años nació uno de los símbolos identitarios de nuestra nación más universales y que, por cierto, forma parte de la cotidianidad más inimaginable en cada frase, en cada escena de la vida de cubanos y cubanas.
LA razón principal de mi felicidad reside en dos factores: amistades conquistadas a lo largo de la vida y el sentido que le imprimo a mi existencia. Las amistades me despiertan amor y me hacen sentir amado. Es un privilegio saber que puedo tocar a la puerta de amigos y amigas a las tres de la madrugada en ciudades de Brasil y del extranjero, sin aviso previo, con la certeza de ser bien recibido.
El cine Yara volvió a llenarse, pero no solo de gente. Se llenó de memoria, de piel erizada, de esa alegría que solo brota cuando lo que se celebra es más que un triunfo: es un pedazo de patria hecho carne, sudor y gloria. Casi un año después de que París 2024 lo viera coronarse por quinta vez en lo más alto del podio olímpico, Mijaín López Núñez regresó. Y volvió, no con el mono rojo con el que elevó el nombre de Cuba al firmamento, no sobre el tatami, sino en su pura presencia y en la pantalla grande, en un documental que es mucho más que un recuento: es un abrazo.