De un lado a otro lanzaron «palabrotas». Luego, la temperatura subió tanto que fue imposible registrarla con los termómetros. El colofón del temible espectáculo llegó con el sonido del filo del machete por el aire enmudecido más de una vez sobre el lomo del cuadrúpedo. Sangre, gemidos, desplome.
Se sentía orgulloso de que lo apodaran «Telegrama», porque eso connotaba la rapidez con que andaba de noche o de día, mientras proclamaba que nadie podía realizar un recorrido más veloz que él.
Si nos proponemos, ahora mismo, hacer un dibujo más o menos al calco de la situación de Cuba, confesemos que no sería fácil el ejercicio. Cada cual construiría seguramente ese mapa desde su percepción ya no solo vivencial, sino además sentimental.
Pinar del Río cumplió 157 años y muestra las huellas visibles de sus múltiples batallas. El 10 de septiembre de 1867, la reina Isabel concedió a esta villa del occidente cubano el título de ciudad, tan añorado por sus pobladores, sobre todo, por aquellos que querían ver florecer en este extremo de la Isla una urbe a tono con los estilos más modernos de la época.
Mientras una parte del mundo se sumerge en guerras inútiles, muertes y la insaciable búsqueda de poder de unos pocos sobre muchos, París se convirtió en un faro de sensibilidad, humanismo e inclusión.
Quienes llegan a superar el umbral de los 65 o 70 años atesoran el privilegio de haber vivido buenos y malos tiempos. Han tenido seguramente la suerte de formar una familia y de ver crecer a hijos y hasta a nietos. Los más afortunados seguramente están rodeados de familiares dispuestos a devolver los cariños y atenciones que un día les propinaron esos que ya peinan canas.
Todos los años, pero en distintas fechas, por los medios de comunicación aparecen dos eventos de homenajes. En buena medida, resultan familiares y puede que en muchos hogares hasta los busquen por el televisor.
En el corazón de Nueva Gerona, Isla de la Juventud, se encuentra el organopónico El Nueve Plantas, espacio que alguna vez fue un referente en la agricultura urbana y que, con orgullo, ostentó cinco coronas otorgadas por el movimiento de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar. Sin embargo, hoy su imagen es la de un proyecto descuidado y desatendido que apenas produce algo, si es que produce.
El libro Palabras que inspiran es un reflejo de una necesidad de que dialoguemos cada día más con los jóvenes, es un regalo a esa juventud cubana que tanto lucha, que tanto se esfuerza y que también padece; es reconocimiento a todos los que, a lo largo de la Revolución y quizá los que no llegaron a disfrutar de la Revolución, hicieron por la Patria, y constituye un canto a que podamos hacer una Patria más Patria.