El comensal entró y de ojeada se dio cuenta de que el guiso andaba por el mismo estilo: un arroz viejo y duro, y enyuntado con unos trocitos de jamonada, bañados en una salsa que parecía más agua que pasta.
La administración Reagan reactualizó la vieja Doctrina Monroe hablando de América Latina como «our backyard», «nuestro patio trasero». En Estados Unidos la expresión suena casi entrañable: el backyard es el lugar de la barbacoa y los juegos de los niños. Al sur del río Bravo, en cambio, «patio trasero» se traduce en corral: el sitio donde se crían las gallinas, se acumulan cachivaches, se tiran las lavadoras viejas y acaba pareciéndose a un pequeño cementerio doméstico.
Ayer Lucía volvió a sonreír. La risa le vino de pronto, mientras hablaba con una vecina sobre las vicisitudes de los últimos días, con esa habilidad única de los cubanos de sonreírles a los problemas.
Hemos terminado de embalar las donaciones que llegaron a nuestra oficina durante las últimas dos semanas, con destino a los damnificados del oriente del país.
Seis meses han bastado para que la gestión de Daniel Noboa, luego de su ratificación en la presidencia, fuera cuestionada por la ciudadanía que lo eligió.
A principios de este mes, cuando llovió y refrescó un poco el clima, un amigo me preguntó si el invierno había llegado. Yo me quedé pensativo porque no lograba discernir la intención de la pregunta. En nuestro país no están bien definidas las estaciones (me refiero a primavera, verano, otoño e invierno) y más bien solo existen dos períodos que se denominan época de lluvia y época de seca.
En su novela El recurso del método, el escritor cubano Alejo Carpentier muestra y, a la vez se burla, de una figura camaleónica: el discursante. En los episodios que transitan desde la arenga suntuosa del militar derrotado en su rebelión de opereta hasta el discurso cantinflesco del Primer Magistrado, Carpentier le pasa factura a un personaje y, sobre todo, a una actitud visible en los momentos más determinantes de la nación cubana.
Todavía tengo un sobresalto que no se va. Vivirlo y narrarlo es difícil. No sabes si concentrarte en el temor o lo que tienes que hacer.
Cuando se avecina un huracán, el viento y la lluvia no es lo único que debe soplar con fuerza: también la información. Antes y después del paso de Melissa por el oriente cubano ocurrió exactamente así. La comunicación ha sido en este período una trinchera permanente para alertar, proteger y conocer las historias de heroísmo y resistencia que sigue protagonizando nuestro pueblo.